Queremos iniciar nuestras publicaciones con la difusión de una de las obras del Compañero Ignacio Torres Giraldo, como una forma de rendir tributo y reconocimiento a uno de los más grandes maestros de la Clase Trabajadora, del cual tomamos el nombre de nuestra Asociación, pero al mismo tiempo lo hacemos con el objetivo presentar un material que a pesar de los años transcurridos, aun sigue enteramente vigente en cuanto a su utilidad para nuestros agitados y prometedores tiempos.
Ignacio Torres Giraldo
empleados; categorías, salarios, jornada y condiciones de trabajo. Costo de la vida. Su nivel.
II. Estado de la organización de los obreros del ferrocarril: Carácter y tendencias. Influencia en la masa no organizada. Los líderes de la organización y la masa. Las reivindicaciones de los
obreros. Métodos de los amarillos
III. Cuándo tomó participación el partido comunista en la reclamación de los ferroviarios. Cuál
fue la posición del partido comunista y su primera actuación. Vence el primer plazo. Juego
de los dirigentes del sindicato ferroviario. Presión de las masas sobre los amarillos. Solidaridad del proletariado antioqueño y del país. Lucha entre las camarillas patronales liberal-unirista y conservador por jinetear el movimiento. Formación del frente único patronal contra la acción de los comunistas en la organización del “Frente único de lucha” de las masas. Nuestra línea estratégica y nuestro objetivo. Rápidos movimientos del P.C. en los cambios de situación. Las fallas en el trabajo práctico. La maniobra del acuerdo del 28 de Mayo.
IV. Cómo fue recibido por las masas el acuerdo del 28 de mayo. La empresa maniobra con los obreros no organizados para dividir el frente obrero. El despido en masa se convierte en el principal peligro de los trabajadores. Crece el descontento ante la burla del primer punto del pliego. Desconcierto entre los sectores obreros alejados de Medellín. Disminuye el trabajo del partido. Los cuatro días de vacilaciones. La huelga ferroviaria estalla el 2 de junio. Gaitán y los liberales. La oficina general del trabajo. Primera jornada. Segunda jornada. El 4 se generaliza la huelga. Jornada del 5. Jornada del 6. El estado de guerra y la terminación de la huelga el 7 de junio.
CONDICIONES DE TRABAJO. COSTO DE LA VIDA. SU NIVEL.
El Ferrocarril de Antioquia, como su nombre lo indica, es una vía interior del país que une el departamento de ese nombre con la vía fluvial del Magdalena a 600 kilómetros aproximadamente de la costa del Océano Atlántico en el mar del Caribe.
El ferrocarril tiene 350 kilómetros en explotación, arrancando del puerto fluvial de Berrío, cruzando Medellín, y siguiendo hacia el occidente del departamento, hasta el lugar de La Pintada en el río Cauca. De este lugar en adelante —siguiendo el curso del mencionado río— prosiguen los trabajos de construcción.
Esta empresa ferroviaria es propiedad del Departamento, y a pesar de la ley sobre nacionalización de los ferrocarriles, no ha podido pasar a ser “propiedad de la Nación”, porque se halla en garantía de diferentes créditos departamentales, porque a su alrededor hay grupos “poderosos” de terratenientes-burgueses que la disputan, y porque las relaciones del “gobierno” central con esta región, le obligan a ciertas concesiones que resultan del rol de Antioquia en la vida del “estado” colombiano.
A pesar de todo esto, el “gobierno” central decide en algunos casos sobre el ferrocarril en mención. El Ferrocarril de Antioquia tiene algunas dependencias tales como las minas de carbón, producción de materiales de construcción para la misma vía, etc. La organización interior, tanto de la empresa ferroviaria como de sus dependencias, no es bastante conocida por nosotros.
El personal —obreros y empleados— del ferrocarril, según datos actuales, sube aproximadamente a cuatro mil (4.000). Es entendido que aquí no se incluyen las dependencias, cuya cifra de personal ignoramos. En todo caso parece que este personal no excede de mil personas.
Carecemos de materiales para conocer el peso específico de cada una de las categorías de los obreros de la empresa. Pero teniendo en cuenta el grado de racionalización —relativamente alto—,- de la vía en explotación, se comprende que una masa grande de los obreros se ocupe en los trabajos de construcción. Es también considerable el sector de obreros ocupados en los talleres de la empresa. Analizando toda la masa de obreros, se puede establecer que las capas de calificados son pocas y estrechas en sí mismas.
En las construcciones, el peso casi total de la masa de obreros lo representa el peón “libre”. Después hay un sector pequeño de “oficiales”, esto es, de obreros (semicalificados) que conocen el manejo elemental de la escuadra de madera, la plomada y el nivel, es decir, que pueden trabajar en las construcciones propias de las vías ferroviarias. Finalmente existen algunos “maestros” encargados de obras, esto es, obreros más calificados que dirigen la construcción de un muro, de un estribo, etc.
En la explotación (tráfico y talleres) existe muy reducido número de maquinistas y fogoneros. En general, la empresa obligaba a trabajar 13 y hasta 18 horas a los obreros calificados para evitarse ocupar trabajadores con salarios “altos”. En los talleres existe también la política de recargar el trabajo a los obreros más calificados a fin de reducir su categoría. En este proceso de reestructura de los obreros en lo interior de los trabajos, la racionalización desempeña una función de importancia.
Los obreros semicalificados adquieren cierta importancia en el sentido de que ellos van tomando, gracias a la racionalización, lugar en muchos que fueron antes propios de los obreros más calificados. Al mismo tiempo, en la capa estrecha de los obreros de alta calificación, se está formando un “tipo de obrero” cuya habilidad profesional une (y a veces se pone por debajo) a sus condiciones de lealtad para con la empresa. Este “tipo de obrero culto” corresponde a la “aristocracia obrera” semicolonial, y es, en cierta medida, el receptor y difusor de las influencias burguesas reformistas y nacionalistas en las masas de obreros. Estos “obreros cultos” y naturalmente patriotas, están cerca de algunos sectores de empleados de la empresa y unidos empiezan a desempeñar la función de “dirigentes” de los trabajadores del ferrocarril.
Los diferentes tipos de salarios que la empresa distribuye, se miden desde 55 centavos al día hasta 80 centavos para los peones, es decir, para la gran mayoría de la masa de obreros. La diferencia entre 55 y 80 centavos se determina por diferencia de lugares en relación a los precios de la vida y también a los climas distintos. De 80 centavos diarios hasta un peso con veinte, aproximadamente, es el salario del “oficial” u obrero semicalificado, siendo en determinados lugares malsanos y en trabajos muy difíciles, hasta de un peso con cincuenta. El salario del obrero calificado se calcula alrededor de dos pesos, y solamente un reducido número de obreros altamente calificados reciben un salario mayor de esta suma .
Sobre la jornada de trabajo es necesario decir que la empresa ha hecho lo que le ha venido en mayor ganancia. A pesar de ser el Ferrocarril de Antioquia una obra departamental y de haberse expedido la ordenanza número once de 1933 sobre la jornada máxima de ocho horas, la empresa ha organizado cada sector de obreros y cada categoría profesional sobre una jornada diaria diferencial que sube incluso hasta diez horas. La empresa ha burlado de plano la famosa Ley 129 de 1931 que aprobó las conclusiones de la Oficina General del Trabajo de la Liga de las Naciones sobre la jornada de ocho horas y, naturalmente estaba dispuesta a burlar el no menos famoso “decreto-ley” del Ejecutivo Nacional expedido el 26 de abril del año corriente y que debería regir desde el 19 de junio sobre la reconocida, en teoría, como “justa” jornada máxima de ocho horas.
Las condiciones de trabajo son excesivamente duras no solo por la extenuante jornada y la presión brutal de los capataces en la ejecución de trabajo en extremo pesado, sino por la miserable alimentación y el rigor de los climas malsanos. Un hecho que demuestra la bárbara condición en que se hallan los obreros del ferrocarril, lo dan las cifras médicas “registradas” NO AHORA EN EL PERIODO DE CRISIS que aumenta el hambre y la miseria, sino en 1929: “El número de las entradas a los hospitales de la empresa en el curso del año, fue el 76% de todo el personal”. Obreros y empleados muertos en 1928, 80, de ellos 22 por accidente y 58 por enfermedades. De los muertos por enfermedades, 9 lo fueron por fiebres perniciosas y en su gran mayoría por enfermedades a causa de los climas malsanos y las malas condiciones de vida de los obreros. La vida promedia de un obrero del ferrocarril no está calculada, pero es indudable que representa un índice de lo más bajo conocido en las colonias y semicolonias. (Las cifras son tomadas del “Informe del Médico Jefe del Ferrocarril”, de enero 30 de 1930).
Según cálculos elaborados en abril de 1933, sobre la base de las estadísticas oficiales, se pudo establecer y comprobar que un obrero con un tipo medio de familia necesitaba $ 7,48 por semana para el sostenimiento mínimo de su nivel de vida. De entonces hasta hoy ha corrido más de un año, período en que la moneda colombiana se ha desvalorizado en más del 50%, es decir, cuando los precios de las subsistencias han subido más del 50% mientras que los salarios nominales, en general, se han estacionado y los pequeños sectores que han sido aumentados lo son en proporción de un 10 a un 20%. Es claro que las condiciones reales de la vida del obrero y su familia eran muy inferiores al nivel mínimo de vida en abril de 1933 y como se ve son hoy mucho peores.
Para indicar el costo de la vida obrera tomamos solamente los precios de los productos que son la base de la vida del obrero y su familia en Antioquia:
Maíz Montaña, pucha (1½ libra. Aprox: 0.18
Frisol común, última clase, pucha (½ libra aprox: 0.145
Panela, clase media, atado: 0.14
Papa regular, pucha : 0.01
Plátano de buena calidad : 0.08
Yuca regular, libra0: 10
Sal de mar y de fuente, libra. :0.14
Carne común ordinaria, libra. :0.10
Carne de últimas categorías, libra. :0.25
Manteca de cerdo, sin freír, libra. :0.14
Harina de trigo, clase media, libra. :0.30
Café molido, buena calidad, libra :0.20
Café molido, calidad inferior, libra :0.04
Este cuadro no contiene los precios de productos tales como huevos, leche, mantequilla, queso, frutas, tocino, azúcar, arroz, cacao, etc., porque los obreros y en general las masas trabajadoras de Antioquia, NO CONOCEN estos productos en sus cocinas. Damos el precio de harina de trigo y café superior, pero se debe decir que esos productos rara vez los puede comprar un obrero, incluso los más calificados. Como se ve de este cuadro, el obrero y su familia, en general, no PUEDEN CONSUMIR PAN DE TRIGO. Se reemplaza con pan de maíz (arepas), plátanos y en parte con yucas. (Cuadro tomado de “El Heraldo de Antioquia”, mayo 29 del 34).
En los precios anotados hay que tener en cuenta que los periódicos construyen las cifras sobre la base de los precios mayoritarios que rigen en el Mercado Central. Pero los obreros y sus familias son obligados a pagar un recargo del 10 al 20% en las reventas de las tiendas de los barrios, y más aún cuando los toman a crédito semanal, cosa muy acostumbrada.
Según la lista de los precios del mercado publicado por “El Heraldo” el 10 de junio corriente, se registra un alza considerable, sobre todo en algunos productos de amplio consumo tales como la panela, la carne, etc.
Los obreros habitan en los lugares peores de los barrios (conocidos con las voces populares de “calles muertas”, “sitios muertos” y algunas veces también “barrios muertos”), en pequeñas casitas y departamentos de un valor medio mensual de $ 6,00, con el mínimum de agua que vale cincuenta centavos y un mínimum de luz $ 0,50. Las casitas mencionadas carecen de todo servicio y se componen generalmente de dos pequeños cuartitos, un corredor pequeño y una cocinita. Esas casitas —con frecuencia también las casas de apartamentos— están rodeadas de malezas y algunas veces de pequeñas huertas. En general estos lugares son arrabales donde se arrojan basuras, etc. Es evidente que un reducido número de obreros que al tiempo que tienen un salario mayor que el promedio, tienen poca familia o que parte de ésta ya trabaja, pueden y ocupan casitas de $ 15,00 y $ 20,00.
Los peones de las construcciones del ferrocarril, así como los ocupados en la conservación de las vías, se alojan en barracas y campamentos de la empresa, pero sin sus familias.
FERROCARRIL: CARÁCTER Y TENDENCIAS. INFLUENCIA EN LA MASA NO ORGANIZADA. LOS LÍDERES DE
LA ORGANIZACIÓN Y LA MASA. LAS REIVINDICACIONES DE LOS OBREROS. MÉTODOS DE LOS AMARILLOS.
Existe en la empresa el “Sindicato Industrial de Trabajadores del FC de Antioquia” con mil
treinta y dos (1.032) afiliados, según cifras publicadas en los últimos días del mes de mayo próximo pasado. Se componen sus miembros de las categorías más calificadas, de parte de las semicalificadas y de empleados de la empresa. Este sindicato es miembro de la “Federación Nacional de Transportes” que se creó en Cali el 1ero de mayo del presente año, con la “representación” de 18 sindicatos del país. La mayor, parte de estos sindicatos han sido organizados en el curso de los dos últimos años. Al unirse en la federación nacional, lo hacen con un número de miembros de 14 a 15.000, según datos publicados por sus dirigentes.
El sindicato ferroviario de Antioquia, como los demás que componen la federación, tienen una orientación nacional-reformista definida en los principios constitutivos de la federación y en los estatutos, tanto del sindicato corno de la entidad nacional. Hay que decir que este reformismo se cristaliza bajo una conformación no solamente muy moderada sino ya con ligazones y contactos patronales y del Estado. A los principios social-reformistas conocidos internacionalmente de “colaboración del capital y del trabajo”, de la “armonía de las clases”, de la “evolución pacífica” y del estado por encima de las clases y sus luchas, expresado en el “arbitraje obligatorio”, etc., el sindicato ferroviario o sea el grupo de líderes amarillos que lo monopoliza, proclama y practica además las prácticas formas del “sindicalismo cristiano” basado en la encíclica del Papa León XIII de 15 de mayo de 1891.
El sindicato, es decir, los líderes amarillos, “luchan” por el cumplimiento de las leyes de “protección obrera”, se “esfuerzan” por conmover el corazón de los patronos y por “convencer” al Estado para que “eleven al obrerismo” ensanchándole sus actuales posiciones reducidas, pero en el sentido de que sean destacados los pequeños grupos de la “aristocracia obrera” para el juego de la política patronal dentro de las masas. Todo esto sin separar al proletariado, como clase, de la influencia y del dominio de los partidos patronales liberal y conservador.
LÍDERES DE LA ORGANIZACIÓN Y LA MASA. LAS
REIVINDICACIONES DE LOS OBREROS
Sin embargo el sindicato ferroviario tiene una relativa influencia en los obreros de la empresa y de sus dependencias no incorporadas a su organización.
Los reclamos formulados desde arriba, desde la dirección del sindicato, comprenden a todos los obreros, incluso de las dependencias, tales como las minas de carbón. La masa de los obreros y empleados de la empresa no había empezado a ver antes de la huelga diferencia alguna entre los líderes y la masa en general, incluso la organizada en el sindicato. El período muy elemental que atraviesan los obreros bajo la influencia de los amarillos en quienes ven todavía Los iniciadores de la organización proletaria, los dirigentes de los reclamos, proporciona un campo amplio de maniobras a los “cristeros” reformistas.
Hace siete meses que el sindicato, o sea la dirección, elevó una petición a la Junta Directiva de la empresa sobre el cumplimiento de la jornada de ocho horas. Esa petición no fue atendida. Para la masa de obreros y empleados la jornada de ocho horas era muy ansiada y naturalmente cundió el descontento contra la dirección de la empresa, incluso desde un campo legalista. Necesario es decir que, gracias a la influencia de los líderes amarillos y del nivel político todavía muy bajo de la mayoría de los obreros, el espíritu legalista está bastante arraigado. Hace tres meses —13 de marzo— la directiva del sindicato acudió a la asamblea departamental pidiéndole su intervención ante la dirección de la empresa a fin de que fuesen satisfechas las reclamaciones obreras. La “Honorable” asamblea tampoco contestó a los obreros. Este papeleo fue posible sobre todo, por las ilusiones democrático-legalistas que los obreros tienen en el “gobierno popular del gran partido liberal”.
La desvalorización de la moneda que producía el alza precipitada de la subsistencia a tiempo que los salarios permanecían estacionarios, agudizó entre los obreros y empleados la lucha por mejorar los salarios. De este modo la fijación de la jornada máxima de ocho horas y el aumento de los salarios se destacaron como las reivindicaciones principales. Pero al lado de estas reivindicaciones el sindicato, su directiva, agregó diferentes puntos importantes si bien algunos anti-proletarios, como la petición de un reglamento interno de la empresa (el cual contenga hasta sanciones para los obreros y otras armas patronales), CON LA COLABORACIÓN DEL SINDICATO o sea de los líderes amarillos.
Con un grupo de 9 reivindicaciones, los trabajadores de la empresa, conducidos por la directiva del sindicato ferroviario, elaboraron un pliego de reclamos. Cabe decir que la empresa vivía enterada permanentemente de todos los pasos que daban sus trabajadores en el sentido de popularizar su reclamo colectivo, y que desde tiempo oportuno desplegó sus actividades y sus medios para preparar nuevos contingentes de obreros entre los desocupados con objeto de reemplazar los sectores obreros que podían ser decisivos en caso de huelga. En vista de este movimiento de la empresa, los trabajadores colocaron a la cabeza de su pliego un punto especial por el cual NO PUDIERAN SER DESPEDIDOS EN REPRESALIA de su reclamación.
Claro que los amarillos dieron a este punto un valor especial de garantía al sindicato y a sus afiliados, dejando fuera a la gran mayoría de la masa no organizada.
CUAL FUE LA POSICIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA Y
SU PRIMERA ACTUACIÓN. VENCE EL PRIMER PLAZO.
JUEGO DE LOS DIRIGENTES DEL SINDICATO FERROVIARIO. PRESIÓN DE LAS MASAS SOBRE LOS AMARILLOS. SOLIDARIDAD DEL PROLETARIADO ANTIOQUEÑO Y DEL PAÍS. LUCHA ENTRE LAS CAMARILLAS PATRONALES LIBERAL-UNIRISTA Y CONSERVADOR POR
JINETEAR EL MOVIMIENTO. FORMACIÓN DEL FRENTE
ÚNICO PATRONAL CONTRA LA ACCIÓN DE LOS COMUNISTAS EN LA ORGANIZACIÓN DEL “FRENTE ÚNICO
DE LUCHA” DE LAS MASAS. NUESTRA LÍNEA ESTRATÉGICA Y NUESTRO OBJETIVO. RÁPIDOS MOVIMIENTOS DEL P.C. EN LOS CAMBIOS DE SITUACIÓN. LAS
FALLAS EN EL TRABAJO PRÁCTICO. LA MANIOBRA
DEL ACUERDO DEL 28 DE MAYO.
La directiva amarilla del sindicato ferroviario actuaba a espaldas de los obreros. El pliego de peticiones fechado el 19 de mayo sólo fue publicado el 21 y conocido por las masas trabajadoras el 22. De este modo se empezaba a dar tiempo a la empresa. Sólo hasta el 22 —por la lectura de la prensa— se enteró nuestro partido del movimiento de los ferroviarios haciendo posible el planteamiento de este asunto dentro de los cuadros del mismo, el 23. ¿A qué obedeció este retraso?
Hay que decir que el partido comunista no tenía nada en el ferrocarril! Ni una célula, ni un grupo de oposición sindical revolucionario, ni grupos de simpatizantes. La mayor debilidad del trabajo del partido en Antioquia consiste en no haber hecho prácticamente nada en las empresas fundamentales, en los eslabones estratégicos proletarios y en los nudos decisivos de las luchas de la clase obrera y de las masas trabajadoras, tales como los transportes, minas, construcciones y el proletariado agrícola. Esta falta de un trabajo anterior colocó al partido en una situación que lo arrollaba. Sin enlaces con la masa, sin conocimiento concreto de la vida y del trabajo real de los obreros, es decir, sin ningún punto de apoyo en la empresa, incluso sin un sólo obrero ferroviario en sus filas.
Una seria dificultad para empezar el trabajo era la confianza de las masas en la Directiva que a la sazón había tomado la cabeza del movimiento en maduración. Igualmente era un obstáculo muy serio el “prestigio” de los grupos dirigentes locales de los partidos burgués-terrateniente liberal y conservador, y especialmente de la “izquierda” liberal, incluso “unirista”, que desplegaba una intensa demagogia social-reformista.
A pesar de estas trabas, el partido reunió todas sus fuerzas y, sobre un análisis agudo de la situación, trazó su línea de vísperas del combate y determinó sus tareas inmediatas. Este análisis abarcó toda la situación, y dentro de ella los puntos estratégicos principales, eslabones a los cuales era preciso agarrarse.
Como línea principal del momento, el partido se proponía penetrar a la empresa y sus dependencias para movilizar a los obreros alrededor de su pliego de reivindicaciones —el cual fue concretizado y mejorado políticamente— y organizar un amplio frente único sobre la base de los comités de lucha. El tiempo era muy corto pero los amarillos y su abogado se habían sumergido en el pantano de la conciliación, que tenía por objeto frenar la huelga, tratar de ahorcarla antes de que saliera a la luz, lo cual, dadas las condiciones existentes, no podían lograr sin estirar el plazo más allá del 25 de mayo. El partido vio con claridad las maniobras de los adversarios y sus maquinaciones, y se propuso utilizar todas las circunstancias.
Del análisis del partido resultaron ocho puntos importantes para localizar nuestro trabajo rápidamente: Puerto Berrío, Caracolí, Cisneros, Bello, Medellín, Camilosé, Bolombolo y La Pintada. Este mismo día se movilizó el activo del partido. Pero hay que advertir que, a causa de la política oportunista anterior en la línea de formación de cuadros y, en general, por la pasividad y artesanalismo en el trabajo del partido, cuando se trató de asegurar una dirección central, en forma reducida pero con las mejores fuerzas, y movilizar elementos expertos en el trabajo de masas, nos encontramos con mucho menos del mínimo de las fuerzas necesarias. Fue preciso hacer una revisión de los puntos de trabajo, poniendo en primer plano Puerto Berrío, Bello, Medellín, Camilosé y La Pintada. Logramos disponer los delegados de manera que los sitios pasados a segundo lugar fueses después asediados en el desarrollo del trabajo. Bello, plaza cercana a Medellín, lugar de residencia del sindicato ferroviario y donde se encuentran los talleres de la empresa, atrajo la mejor fuerza. Puerto Berrío, punto de partida del ferrocarril e importante puerto fluvial, recibió un delegado conocedor a fondo del puerto y de las conexiones del río Magdalena. Camilosé tiene la importancia de acercar el trabajo del ferrocarril hacia las minas de carbón, motivo por el cual se envió allí un elemento que supiera combinar ambos trabajos. Finalmente, Medellín, centro de dirección general quedó con una directiva reforzada por el delegado de Bello que podía actuar simultáneamente en ambos lugares.
En Medellín quedó un grupo activo del partido y algunos buenos simpatizantes, que se movilizaron en diferentes direcciones de trabajo. A los delegados se les dieron instrucciones amplias:
primero, se les orientó en el lugar concreto del trabajo; segundo, se les determinó el objetivo del mismo; tercero, se les instruyó sobre el establecimiento de enlaces; cuarto, se les orientó sobre formas y métodos del trabajo; quinto, se les indicó la manera de crear un activo al comienzo del trabajo y cómo actuar dentro de ese grupo para llegar a las barracas, campamentos, talleres, lugares de concentración obrera, etc., y organizar los COMITÉS DE LUCHA; sexto, se señalaron las tareas concretas de los comités de lucha y se indicó en qué condiciones deben crearse los comités de huelga, enumerando igualmente las tareas de éstos; séptimo, se indicó cómo había que desarrollar el trabajo y aprovechar el auge de la situación; octavo, se hizo resaltar la aplicación correcta de la táctica del frente único por la base, abarcando a los obreros organizados y no organizados, ligando a los desocupados y levantando el trabajo entre las mujeres trabajadoras y los jóvenes; noveno, en Camilosé se enfocó el trabajo principal sobre las minas, en La Pintada sobre los obreros de la construcción, y en Caracolí sobre la conexión con una región de campesinos descontentos que nos proponíamos movilizar en la retaguardia.
Este movimiento se efectuó rápidamente, y el objetivo general era: a) movilizar las masas por sus reivindicaciones; b) concentrar todas las fuerzas en un solo frente de batalla: organizar la batalla; c) empujar a la masa para el desencadenamiento de la huelga que toda la MASA quería; d) desenmascarar a los amarillos que frenaban la huelga y buscaban ahogarla mediante la conciliación, exhibiendo al mismo tiempo a los liberal-uniristas y conservadores sobre la base de hechos concretos; e) luchar por separar las masas de la influencia de los jefes traidores y declarar la huelga sin ellos y contra ellos; f) darle una dirección independiente a la batalla por medio de sus comités de huelga.
Simultáneamente, a través del grupo dirigente de Medellín, se procedió a crear las condiciones para constituir el COMITÉ CENTRAL DE LUCHA. Se constituyó una “Junta Provisional Pro- Comité Central de Lucha”: en ella había un empleado del ferrocarril, simpatizante del partido y su compañera que es miembro del mismo. La Junta componía de siete, cuatro de ellos sin partido. Se proponían ellos propagar la organización del frente único para lograr la constitución del Comité Central de Lucha CON PERSONAL DE LA EMPRESA, en su mayor parte, a fin de concentrar y dirigir los comités seccionales de lucha y preparar el pase al Comité Central de Huelga, previa una elección más amplia.
Al principio tropezamos con muchas dificultades. En Bello, especialmente, los obreros querían ser leales” a la Directiva del Sindicato, llegando incluso a querer que pusiéramos bajo su dirección las actividades que desarrollábamos allí. En los sectores más alejados penetrábamos más rápidamente. Al cabo de dos días empezamos a obtener resultados favorables. Incluso en Bello se constituyó un comité de lucha de once obreros, en su mayoría de los talleres. En Bello se ligó el trabajo práctico con un curso teórico sobre cuestiones sindicales. Pero el comité de este lugar tenía un carácter condicional, esto es, que poco después seria ampliado a base de más obreros no organizados en vista de que casi su totalidad estaba formada por miembros del sindicato ferroviario. Sin embargo, este comité tenía ya una delegación representativa de obreros desocupados. En general, el trabajo se avivaba por medio de hojas volantes lanzadas por el Comité Local del partido, por la
Junta Pro-Comité Central de lucha y por medio de notas y circulares a los delegados. La Local del partido sesionaba diariamente con siete miembros, el Secretariado (de tres miembros) sesionaba dos y tres veces al día. El trabajo era activo pero hay que decir que recaía sobre reducido número de camaradas.
En la marcha del trabajo se quedaban rezagados muchos camaradas y muchas tareas urgentes sufrían retardo. De éstas puede señalarse:
1. La consecución de fondos lo cual traía como consecuencia que se hiciera retardar, a su vez, la mayoría de las actividades.
2. Las publicaciones, por falta de recursos en el momento oportuno.
3. La distribución de la propaganda no pudo ser rápida, llegando a sumarse tal cúmulo de dificultades que obligaron repetidas veces a costear pasajes a compañeros especiales para mover los materiales a los puntos principales y garantizar una buena distribución.
4. La obtención de locales apropiados, cerca a las estaciones del ferrocarril, dónde poder utilizar los momentos en que era posible reunir algunos obreros ferroviarios; 5) el enlace entre los delegados y el comité regional se retrasaba por falta de elementos que nos sirvieran en los recorridos de los trenes.
Las causas principales que determinaban este retraso, en los camaradas, podrían resumirse:
1. Alarmante bajo nivel político que no les permitía la menor decisión para resolver asuntos de detalle.
2. Ausencia de iniciativa y de actividad.
3. Falta de conocimiento y de experiencia sobre luchas huelguísticas.
4. Ausencia de continuidad, de tenacidad sistemática en el trabajo, lo cual conducía hasta efectuar actos de irresponsabilidad criminal como empezar una tarea y abandonarla cuando no estaba concluida, sin ver la continuidad necesaria en el mismo sentido y en otro aspecto.
5. Pérdida general, en muchos, de la perspectiva del trabajo.
Transcurrió el 25 mayo en medio de conversaciones secretas del Superintendente de la empresa, los abogados de “las partes”, el gobernador Departamento y la comisión de los líderes amarillos del sindicato. Naturalmente, éstos dieron un nuevo plazo a la empresa.
Mientras tanto, los líderes amarillos dejaban libremente que la empresa preparara contingentes de rompehuelgas, le permitían extender una de espionaje, y enviar corruptores y atemorizadores especiales sobre determinados sectores decisivos de obreros y, al mismo tiempo, denunciaba ante la empresa y las autoridades el trabajo de los comunistas por mover las masas y desencadenar la huelga. Los líderes amarillos denuncian el trabajo de los comunistas en la prensa de la burguesía, de los terratenientes y del imperialismo—realizando un trabajo de policía— y, paralelamente, publicaban un “Boletín” diario con amenazas de paro.
Es evidente que la masa, en parte gracias a nuestra actividad, ejercía tal presión sobre la situación que los líderes amarillos se veían forzados a publicar artículos “izquierdistas” y telegramas de adhesión procedentes de diferentes lugares del país. Se veían obligados estos señores a jugar con la masa para evitar que se le pasara por encima antes de que hubiesen matado la huelga.
Hay que decir que en estos momentos hubo vacilaciones en algunos miembros del regional del partido sobre una cuestión muy interesante: según la apreciación del partido sobre los líderes del Sindicato Ferroviario, éstos tratarían de frenar la huelga, de entregarla a la conciliación para que fuese estrangulada antes de estallar. Pero esto no quería decir que ellos no hicieran una gran demagogia, ni tampoco que, PRESIONADOS POR LAS MASAS, no se vieran obligados a declarar la huelga. La declaración de la huelga por los amarillos significaría, NO QUE ELLOS fueran a luchar por su triunfo sino que continuarían su política de traición en las nuevas circunstancias, esto es, llevando la huelga al arbitraje para entregarla en las manos de los patronos y de las autoridades que la liquidarían empleando, incluso, la fuerza militar.
Un camarada de la dirección formuló la tesis de que los amarillos no declararían la huelga. A pesar de que el análisis del partido se estaba paulatinamente confirmando en los hechos, la apreciación del partido no se había convertido todavía en realidad. La falsa posición del camarada de la dirección nos conducía a una discusión larga. Algunos camaradas aceptaron esa tesis al principio y fue necesario asediar rápidamente al autor para quitarle los elementos que lo querían rodear y, a pesar de la insistencia del autor que conservó su tesis, la política del partido se consolidó en seguida, y pocos días después los hechos confirmaron su exactitud.
DE TODO EL PAÍS
En el período durante el cual el pliego de los trabadores era objeto del parlamentarismo cretino, las organizaciones sindicales de Antioquia, en su mayoría amarillas, se declararon solidarias de los obreros del ferrocarril.
Estas organizaciones abarcaban a tranviarios, metalúrgicos, obreros de la construcción, electricistas telefonistas, sastres, zapateros, obreros del acueducto y, en general, los obreros de los municipios de Medellín y Bello, y lo que es muy importante, los choferes y otros obreros del transporte. También declararon su solidaridad, aparte de los sindicatos componentes de la Federación nacional de Transportes, otras organizaciones de braceros portuarios, etc. En general el movimiento tomaba una gran fuerza y simpatía, incluso en la Unión Nacional de Empleados que le ofreció su solidaridad. El Partido Comunista, por medio de su concejero municipal, presentó un proyecto de acuerdo disponiendo una partida hasta por cinco mil pesos ($ 5.000.00) para ayudar a los huelguistas. Este acuerdo tuvieron que aceptarlo en primer debate debido a la enorme presión popular y no siguió su curso el proyecto porque el concejo municipal maniobró para no reunirse nuevamente, evitando una decisión.
La actividad enorme de las camarillas liberal-Unirista y conservadora por tomar o afianzar posiciones en el ferrocarril comenzó a pasar a un nuevo plano. Mientras que los timones principales del Estado están en poder de la camarilla liberal —sobre todo las Empresas Municipales de Medellín—, el ferrocarril, que ha sido un viejo estribo político, continúa en poder de la camarilla conservadora. Claro que los liberales vieron el movimiento de las masas como una oportunidad para ellos jinetearlo y con ellos tumbar la camarilla adversaria. Pero cuando el movimiento de masas amenazó seriamente, los patronos pusieron por encima de sus rivalidades un bloque patronal contra el proletariado, y en primer lugar contra su vanguardia, el Partido Comunista.
Es evidente que las rivalidades de las camarillas burgués-terratenientes no desaparecerían, pero surgía sobre ellas el frente patronal contrarrevolucionario en lucha contra su enemigo común:
el proletariado y las masas trabajadoras.
No se comprendía con claridad, por parte de algunos camaradas, el mecanismo de la oposición entre los intereses de las masas explotadas, de un lado, y los amos y su Estado explotador de otro; y los antagonismos de segundo plano entre los intereses de las diferentes camarillas político-patronales; un antagonismo y el otro, es decir, el antagonismo de las masas y los patronos, por una parte, y por la otra, el antagonismo entre las diferentes camarillas, se hallaban estrechamente entrelazados. Todavía hay quienes pretenden poner, por encima de todo, los intereses de los liberal-uniristas en su afán de desalojar a los conservadores de su empresa ferroviaria, y naturalmente la lucha de los conservadores por defender y conservar sus posesiones. Estos camaradas se figuran que los liberales fomentaron la huelga y, sobre todo, la solidaridad de los obreros municipales cuyas empresas monopolizan, e incluso que orientaron y en parte dirigieron la huelga, con el fin de llevar a un impasse a la Junta Directiva del ferrocarril que era de mayoría conservadora para obligarla a abandonar su sitio a favor de la camarilla liberal. Sobre esta mecánica los mencionados camaradas no veían más que la ofensiva liberal contra los conservadores, y sus movimientos como maniobras dirigidas a conseguir este fin. Otros camaradas simplificaban aún más y veían el movimiento de las
masas como una maniobra de la empresa conservadora para despedir los sectores de los obreros no leales a ella, es decir, a los liberal-Uniristas, y consolidar sus escuadrones de electores conservadores. Concebían algo así como un locaut precedido de cierta agitación, que permitía a los obreros ver su propio movimiento, mientras que la empresa reajustaba el personal y en parte también lo cambiaba.
Claro que los intereses de las camarillas mencionadas desempeñaban una función importante, sobre todo en determinados momentos, cuando, gracias al juego de los líderes amarillos, las masas disminuían su actividad en espera de una solución favorable que con ciertos plazos cortos se les prometía. Hay que decir que los obreros tenían muchas ilusiones y que a pesar de nuestro trabajo había grandes sectores de la masa que esperaban la solución de arriba, como un resultado de la “justicia de sus peticiones”, y no como el resultado de su lucha encarnizada. En esos momentos de espera de las masas, los grupos político-patronales dirigentes, veían alejarse el peligro del frente rojo de combate, y sacaban con mucha fuerza sus intereses de camarilla al plano de la lucha. Pero muy en breve se veían, ante el empuje nuevo de las masas, colocados en su frente patronal contra el enemigo común.
LA ACCIÓN DE LOS COMUNISTAS EN LA ORGANIZACIÓN DEL “FRENTE ÚNICO DE LUCHA” DE LAS MASAS.
DEBILIDADES EN EL TRABAJO PRÁCTICO
La dirección del partido comprendió esta situación, supo plantear la lucha independiente y moverse con rapidez ante los cambios operados en el campo; si bien es verdad que sus tareas no pudieron ser realizadas hasta el fin, y que sus objetivos no pudieron ser alcanzados en su totalidad, lo cual se debió a la enorme debilidad general del partido y a una serie de fallas menudas en el trabajo práctico.
No obstante la insistencia de la dirección para que no se creasen órganos del frente único sin un activo trabajo de masas que garantizara su actividad y su consolidación inmediata posterior, hubo casos de mala interpretación de esta directiva. O se creaban comités cuando había una buena movilización de masas pero después aflojaban el trabajo, como sucedió en puerto Berrío, o se desaprovechaban las oportunidades propicias para crearlos, aun cuando sólo fuera un pequeño comité provisional que sirviese de tránsito para encaminarnos al seno de masas más considerables en donde pudiese ser ampliado, dándole un amplio campo de actividad; sucedía esto ultimo por temor de crear esqueletos separados de las masas como ocurrió en Camilosé.
La incapacidad para comprender el desarrollo de la situación, tanto en el sentido de su amplitud como en el crecimiento político de los obreros, fue la causa principal de estas debilidades.
El 28 de mayo, después de varios nuevos plazos concedidos “amablemente” por la directiva del sindicato ferroviario a los señores de la empresa, las camarillas político-patronales, con el gobernador y el superintendente a la cabeza, llegaron a un compromiso que les permitía tratar amistosamente la “solución pacifica del conflicto obrero”. En estas condiciones, la junta Conciliadora, integrada por el gobernador, el superintendente, los “abogados de las partes” y los “representantes” amarillos, firmaron un acuerdo con los obreros, según el cual se accedía parcialmente al punto de pliego referente a los salarios. El primer punto del pliego fue retirado porque atentaba contra el “principio de autoridad”, es decir, pretendía destruir el principio esclavista que consagra el “derecho” de arrojar en masa a los esclavos que se atreven a reclamar a sus amos. El punto sobre la jornada de ocho horas se contestaba con la promesa de cumplir la ley vigente, y los siete puntos restantes se “solucionaban” con frases más o menos cristianas y promesas demagógicas. Los líderes amarillos quedaron tan satisfechos, que esa misma noche, en el local del sindicato, presentaron y aprobaron por unanimidad una proposición de “gracias a dios y al cielo”, la cual termina por entronizar a cristo rey en el salón de sus sesiones.
EL PRINCIPAL PELIGRO DE LOS TRABAJADORES. CRECE EL DESCONTENTO ANTE LA BURLA DEL PRIMER PUNTO DEL PLIEGO. DESCONCIERTO ENTRE LOS SECTORES OBREROS ALEJADOS DE MEDELLÍN. DISMINUYE EL TRABAJO DEL PARTIDO. LOS CUATRO DÍAS DE VACILACIONES. LA HUELGA FERROVIARIA ESTALLA EL 2 DE JUNIO. GAITÁN Y LOS LIBERALES. LA OFICINA GENERAL DEL TRABAJO. PRIMERA JORNADA. SEGUNDA JORNADA. EL 4 SE GENERALIZA LA HUELGA.
JORNADA DEL 5. JORNADA DEL 6. EL ESTADO DE GUERRA Y LA TERMINACIÓN DE LA HUELGA EL 7 DE JUNIO.
El trabajo del partido comunista se encontraba seriamente dificultado el 28 de mayo. Se intensificaba la represión contra los comunistas. Los obreros de la empresa hallábanse custodiados por la policía secreta y por espías especiales. En las estaciones había guardia armada. Existía la consigna de cortar nuestros contactos nacientes. Destruir nuestro trabajo en germen. En Bello fue disuelto el Comité de Lucha gracias a los amarillos. Algunos camaradas intentaron penetrar a las asambleas del Sindicato Ferroviario y, descubiertos, fueron hostilizados y sacados del local. El activo del partido es sumamente conocido por la policía y por los agentes patronales dentro de la masa, lo cual dificultó considerablemente el trabajo. A esto hay que agregar que a pesar de la mucha insistencia de la dirección del partido y de muchas instrucciones destinadas a organizar la mejor utilización de un activo sin partido y, sobre todo, de los elementos susceptibles de ser atraídos del ferrocarril, se demostró por parte de los camaradas, en este terreno, una enorme incapacidad.
Al amparo de esta situación, los líderes amarillos —hablando a espaldas pero en nombre de la masa de los ferroviarios— denunciaron por la prensa nuestro trabajo, azuzaron contra nosotros los agentes de la empresa y la policía, atemorizaron una parte de los obreros, llegaron inclusive hasta levantar contra nosotros a sectores de obreros calificados, consiguiendo que algunos empleados y obreros destruyeran nuestra propaganda. Y esto sucedía cuando nosotros todavía no teníamos fuerza entre la masa, cuando los obreros que seguían nuestras consignas no eran aún capaces de
defender la línea de esas consignas. Lejos de Medellín y de Bello había más posibilidades de trabajo, pero en esos otros lugares nuestros camaradas eran demasiado débiles. En todas partes se pretendía identificar el FRENTE ÚNICO de las masas con el partido comunista y los camaradas no sabían maniobrar con los adversarios, no sabían aparecer como obreros bajo la bandera de la lucha inmediata.
Debido a esta situación el partido no sabía el 29 de mayo cómo había recibido la masa el “acuerdo” del 28. Nuestro aparato de comunicaciones no funcionaba rápidamente. Fue preciso basarse en los materiales que publicaba la prensa, en el “boletín” de los amarillos y en las informaciones locales.
Las conclusiones del Partido fueron:
1. Que, a pesar de la enorme actividad de la empresa por recorrer todas las líneas explicando el “acuerdo ventajoso para los obreros”, estos presentían que serian despedidos en masa, basados en la burla del punto primero del pliego y, como consecuencia, existía gran descontento.
2. Que la manera como la empresa había distribuido los aumentos –abarcando a los sectores de peones y obreros NO ORGANIZADOS, en general – significaba una maniobra para dividir la masa.
3. Que las mismas declaraciones del superintendente hechas en “el Colombiano” de que la empresa “no haría distinción entre obreros organizados y no organizados” coincidía con la preparación rápida de nuevos equipos de maquinistas, fogoneros, etc., para sustituir el personal sindicalizado.
4. Que la amenaza que pesaba sobre todos los obreros de ser botados, planteaba la continuación de la lucha, POR LA GARANTÍA DE NO SER DESPEDIDOS A CAUSA DEL RECLAMO, y por la satisfacción del pliego de reivindicaciones.
El Partido Comunista lanzó un volante explicando el contenido del “acuerdo” e impulsando la declaración de huelga sin los amarillos y contra los amarillos que la habían negociado. Este volante se retrasó y fue mal distribuido. La propaganda de la prensa sobre la “definitiva solución del conflicto” desconcertó mucho a los obreros que ignoraban qué pasaba. Al segundo y tercer día de la firma del “acuerdo” los obreros de las diferentes zonas no conocían todavía la palabra del partido comunista. Los delegados de Puerto Berrío, La Pintada y Camilosé regresaron a Medellín, porque creyeron que la huelga había terminado, o al menos que había sido aplazada. Esta idea de que la huelga se había aplazado, se hizo camino hasta en el comité regional haciendo depender de nosotros casi exclusivamente su estallido. Esta idea que desestimaba la situación al mismo tiempo que sobreestimaba nuestras fuerzas, no llegó a cristalizarse. Sin embargo, el trabajo decayó.
La dirección del partido comprendió que se producía un vacío en el curso de la organización de la batalla que tendría que estallar un día antes o un día después, y encaminó las actividades de todos los camaradas hacia la continuación del cumplimiento estricto de nuestras tareas.
FERROVIARIA ESTALLA EL 2 DE JUNIO
Pero al cuarto día de firmado el “acuerdo”, el Sindicato Ferroviario se encontraba bajo la presión de la masa que se rebelaba principalmente contra el primer punto del pliego. Vaciló la directiva amarilla. La masa sindicalizada que no había logrado ninguna mejora material importante constituía precisamente la parte más amenazada por el despido. Pero había todavía en esta masa las ilusiones creadas por la directiva cristera del sindicato.
Es interesante observar cómo la camarilla político-patronal liberal-unirista comprendió la situación más rápidamente que la camarilla patronal conservadora. Por medio de los agentes de que dispone en el seno de la masa, la primera de estas camarillas fomentó en cierta medida el estallido de la huelga con el objeto de romper el compromiso contraído con los conservadores dirigentes, para evitar el alejamiento de las masas que todavía le siguen, gracias, sobre todo, a la ‘izquierda”, en general, y al “unirismo”, en particular que las engañan con la demagogia Social-Reformista; y de esta manera poder más adelante contraer un compromiso hasta más ventajoso para sus intereses de camarilla político-patronal.
Y así fue como, presionado por la masa, el Sindicato —los líderes amarillos— declararon el paro al amanecer el 2 de junio.
El partido transformó rápidamente su consigna principal de organizar el combate, en la consigna de luchar bravamente por conquistar su dirección. Para alcanzar este objetivo, el partido se proponía: 1) Redoblar su actividad para movilizar la solidaridad efectiva hacia los ferroviarios, y consolidar esta solidaridad entre los obreros del ferrocarril y sus dependencias; 2) Organizar comités seccionales de huelga, concentrarlos y dirigirlos en un amplio COMITÉ CENTRAL DE HUELGA; 3) Desenmascarar sistemáticamente en el curso del combate a los líderes amarillos y a los caudillos demagogos, lacayos de los patronos, que pretendieran jinetear la huelga, usando de hechos concretos bien claros para la masa.
El partido analizó la situación en que se encontraba el paro ferroviario. Gracias a la incorporación rápida de amplios equipos de rompehuelgas y a la capitulación de varios obreros que se dejaron corromper, la Empresa pudo organizar un tren diario en toda la línea. No pudieron los huelguistas paralizar el tren rompe-huelga porque la línea fue inmediatamente militarizada.
El partido dirigió su acción a consolidar el paro ferroviario y a convertirlo en una huelga general. Reforzó su actividad entre los desocupados y hacia el ejército. Sin embargo, hay que reconocer que nuestro trabajo fue muy deficiente debido no sólo a lo reducido del partido y de sus activistas, sino también a la incapacidad política de los cuadros de base.
El día dos de junio en la mañana la huelga era débil. Muchos obreros se desalentaban ante el hecho de que una parte del tráfico continuase. Aumentaban rápidamente los rompehuelgas: agentes especiales de la empresa, oficiales del ejército y de la policía enganchaban nuevos equipos y los conducían custodiados al trabajo, y lo que era peor, los huelguistas estaban INCOMUNICADOS y no tenían ningún contacto con los obreros y las masas de la población que se habían concentrado en las plazas cercanas a las estaciones, porque al declarar el paro, no se habían reunido en grandes fuerzas sino que se quedaban, pasivamente, desperdigados, en la vía y estaciones de tránsito, en donde la fuerza armada les impedía fácilmente ligarse con la población. Como se comprende, NO HABÍA ORGANIZACIÓN NI DIRECCIÓN de la masa en huelga. Los lideres amarillos que se titulaban “dirigentes” habían dado la ORDEN de que esperaran TRANQUILOS Y SERENOS, con CORDURA Y CONFIANZA mientras ellos preparaban la recepción al demagogo Jorge Eliécer Gaitán, contratado por el Sindicato para dirigir la huelga.
Gaitán es un elemento de la “izquierda” del partido liberal. Representa una de las tendencias no cristalizadas que conviven en el liberalismo colombiano: el NACIONAL-REFORMISMO. Este Nacional-Reformismo, en las actuales condiciones, NO ES REVOLUCIONARIO. Colabora con el gobierno de las clases dominantes colombianas subyugadas al imperialismo norteamericano e ingles. Gaitán, como liberal, ocupa muy elevadas posiciones de su partido, entre estas la de rector de la universidad libre (léase liberal) que fomentó el caudillo liberal General Herrera. En el periodo de las acciones bélicas Colombo-Peruanas, Gaitán se constituyó en el más grande y vulgar Chauvinista que al servicio del gobierno paseó por los países del Caribe y Estados Unidos haciéndole propaganda al asesinato de los obreros, campesinos e indios y a la agravación de la miseria y opresión de sus familias. Gaitán, como liberal, no se opuso a la candidatura del doctor Alfonso López para no dividir y debilitar al liberalismo.
Gaitán, como representante de una corriente del liberalismo, es un nacionalista reaccionario
y un reformista burgués. Como reformista burgués charla contra el feudalismo —con frases llenas de pasión, sentimiento y mística revolucionaria— pero, en la práctica, alimenta y robustece el latifundismo al defender y tratar de sanear el Estado que es un aparato de opresión burgués- latifundista. Gaitán, como reformista del tipo actual, se limita a jugar con el “cumplimiento de las leyes obreras”. Es decir, se ha convertido en una “oficina del trabajo” ambulante, en un órgano del gobierno. Pero esas leyes que han sido expedidas bajo la presión de las masas y que serán aplicadas solamente bajo esa presión, se anulan en las manos de Gaitán; él las somete “al procedimiento legal”, a la conciliación y al arbitraje, es decir, se pronuncia contra las huelgas.
Gaitán es ENEMIGO DE LAS HUELGAS, y cuando las aconseja es solamente guiado por un interés político de camarilla, para penetrar como abogado, conciliador o rompe-huelga, a algún sector e introducir la “Unir”. Gaitán parlamenta con los patronos y las autoridades a espaldas de los obreros para frenar las huelgas, para evitar los conflictos. Pero fiel a su papel de traicionar los intereses de las masas él habla de la huelga, claro que de la huelga “pacífica”, de la huelga “culta”; y cuando las masas se pasan por encima de él y de la taifa de lacayos amarillos, entonces se declara —o lo declaran sus amigos— “jefe de la huelga”. Su tarea cambia de forma más no de contenido. De un lado habla a los obreros de la justicia de sus reclamos que les garantizan el triunfo, y del otro sigue su política patronal del arbitraje para entregar la huelga, inclusive a la fuerza militar. ¿Por qué Gaitán no escribe en su periódico “Unirismo” sobre el “estado de sitio” en Antioquia?
Gaitán fue llamado por sus amigos de Medellín, y como un jefe del liberalismo en el campo obrero, actuó en perfecta armonía con los dirigentes y la prensa del partido de gobierno, se arrojó a los brazos del gobernador de Antioquia desde su llegada hasta su regreso y, naturalmente, aprobó el “estado de sitio” y los decretos especiales del jefe civil y militar. Las camarillas Político-Patronales se proponían especular con la huelga, esgrimirla contra el adversario, encubrir la lucha por intereses de camarilla con la fraseología demagógica obrerista y capitalizar el movimiento proletario apuntándose una gran victoria que les permita retener las masas bajo su influencia y su dominio. Algo de esto ha conseguido el liberalismo, su “izquierda” en general y en particular el “unirismo”, gracias al señor Gaitán.
Gaitán, ala cabeza de los amarillos y otros de sus amigos del campo liberal, aconsejó “serenidad y compostura” a los obreros en el momento de su llegada, y “ceñido a la justicia y a la ley” se esforzó en todo momento por mantener las ilusiones legalistas en las masas y la confianza en el gobierno, es decir, en los enemigos del proletariado.
En su lucha ideológica implacable, el partido comunista tiene la obligación de entablar un recio combate contra la “izquierda” del liberalismo como su enemigo principal, en particular contra el “unirismo” demagógico de Gaitán que bien puede cristalizarse más adelante en un partido de ayuda a las clases dominantes capaz de arrastrar las masas descontentas del liberalismo. Esto dependerá, en parte, de nuestra capacidad o incapacidad para encauzar y organizar ese descontento general de las masas, para darle una conciencia revolucionaria y una bandera de victoria.
Esta es el órgano patronal organizado, parte del Estado de las clases explotadoras colombianas. Su función consiste- en engañar a las masas trabajadoras:
1. Haciéndoles creer que el Estado está por encima de las clases para impartir “justicia” en forma “imparcial” sobre todas las personas.
2. Predicando como una verdad eterna la conciliación de los antagonismos de clase, la armonía y la colaboración entre el capital y el trabajo.
3. Disfrazando la política patronal del arbitraje obligatorio —que es la presión y la violencia del Estado contra las masas como la fórmula de “paz” entre los campos rotos por falta de “serenidad y cordura” de los trabajadores y por la “intransigencia” de la Junta de mayoría conservadora.
Esta oficina del Estado patronal, encargada de cuidar los intereses y la tranquilidad de los explotadores, experimentó un temor considerable ante los acontecimientos que se desarrollaban en Antioquia. Desplegó sus mejores fuerzas, entre ellas a su jefe, Víctor Aragón, quien, en 1931, fue miembro del partido comunista. Desvergonzado charlatán, fue “izquierdista” demagogo que en esos momentos servía perfectamente, tanto a las clases patronales como a los intereses de camarilla de los liberales.
El papel de los representantes de la “Oficina General del Trabajo” consistió, principalmente, en luchar heroicamente por acercar las camarillas político-patronales hacia un bloque patronal que permitiera liquidar la huelga rápidamente. Cuando las masas elevaban el nivel de su combate amenazando extender el campo de batalla al departamento y al país no era tranquilizador que los grupos de patronos estuviesen peleando entre sí. Los representantes de la “Oficina” del trabajo estuvieron, desde su llegada, con Gaitán y sus amigos parlamentando con el gobernador y los demás patronos para llegar a un “compromiso” que permitiera “celebrar un acuerdo” con los “representantes” de los obreros. Es evidente que los señores de la “oficina” tuvieron mucho “trabajo” porque al mismo tiempo que se ocupaban de convencer a los trabajadores de la eficacia del arbitraje, tenían que ocuparse de persuadir a los patronos del peligro existente en la ola de masas que se alzaba.
Claro que los señores de la oficina se contentaron mucho con el estado de sitio porque él representa el cerco de las bayonetas en torno del obrero esclavizado por los patronos que cuentan las ganancias, y porque el régimen militar ahoga en sangre proletaria los intentos huelguísticos que surgen en Segovia y en otros lugares de Antioquia.
EL 4 DE JUNIO SE GENERALIZA LA HUELGA
El mismo 2 de junio, cerca del mediodía, llegó efectivamente Jorge Eliécer Gaitán. Repitió a los obreros en su pequeño discurso de exhibición, la consigna de los amarillos de mantenerse dentro de la “cordura y la moderación”. Con el control y la garantía de Gaitán y los amarillos, los huelguistas de cerca de Medellín salieron a la calle y se juntaron con la masa. Numerosas delegaciones de los sindicatos amarillos, poco después de su llegada, fueron a saludar al “insigne orador del pueblo”. Aquello fue una “verdadera recepción de masa”. En tal recepción, formando parte de las delegaciones, había elementos revolucionarios en contacto con el partido. Estos aprovecharon las circunstancias y presentaron una proposición a Gaitán, a los “dirigentes” del Sindicato Ferroviario y a los delegados de los sindicatos de Medellín, por medio de la cual se convocaría para la
tarde de ese mismo día, en el Circo España, una gran asamblea para VOTAR LA HUELGA GENERAL.
La situación era tal que aquella gran asamblea’ de la masa de los sindicatos votaría sin vacilación la huelga. Y ese era el camino indicado para elevar la huelga ferroviaria y llevar todo el proletariado a una gran batalla. Gaitán comprendió el movimiento, y logró convencer a las delegaciones de no celebrar esa asamblea: era preferible efectuar una manifestación popular de solidaridad con los ferroviarios en la cual él hablaría.
El partido comunista preparó dos oradores y trabajó la masa para que ellos fueran SOLICITADOS una vez que hubiere terminado de hablar Gaitán. A la hora indicada, 6 de la tarde, el partido se movilizó hacia la plaza donde debía realizarse la concentración. Había una gran masa y Gaitán no llegaba. Se supo que había pasado toda la tarde con el gobernador y otros altos personajes del ferrocarril, es decir, estaba muy ocupado.
El tiempo transcurría y la masa comenzaba a impacientarse; la impaciencia fue convirtiéndose en descontento. La masa sentíase despreciada. El partido comenzó a orientar el descontento, a impulsarlo dándole expresiones políticas. Pero los manzanillos , sus jefes, comprendieron el peligro y comenzaron a propagar, en una hábil y activa maniobra, por un lado, que Gaitán pronunciaría “su gran discurso desde el edificio de la gobernación”, y por otro lado que el lugar del discurso de Gaitán sería en los balcones del Hotel Europa, donde se alojaba. Trabajando de tal modo la masa, hicieron correr tal cúmulo de rumores contradictorios, que desconcertaron a la masa, debilitaron su fuerza y, parte considerable se dispersó disgustada. Finalmente, sin embargo, habló Gaitán y nuestros camaradas no lo hicieron.
Nuestro trabajo práctico en esta jornada fue débil. Ella terminó para nosotros con diferentes reuniones de balance en las cuales se sometió al fuego de la autocrítica nuestras debilidades y se tomaron medidas para abarcar mejor la situación y cumplir las tareas en una forma más eficaz y más elevada. Persistía demasiado formalismo. Faltaba audacia. Casi no se distinguían los comunistas de los obreros de base sin partido. Había la tendencia a sentirse abrumados por las dificultades: a la escasez de nuestras fuerzas se sumaba una desconfianza en las condiciones favorables, para un futuro inmediato, que nos crearía el desarrollo de la situación; se desconfiaba igualmente de nuestro crecimiento revolucionario.
El día 3 de junio deliberaron todos los sindicatos de Medellín sobre si declaraban la huelga o no. Nuestros camaradas que trabajaban como fracción en esos sindicatos, así como los simpatizantes, desde el campo de oposición hacían todos los esfuerzos por empujar y desencadenar la huelga. Nuestra línea era:
1. Movilizar la masa de los sindicatos UNIÉNDOLA con la masa no organizada y con los desocupados para realizar la huelga de solidaridad.
2. En caso de no poder arrastrar a los sindicatos decisivos —tranviarios, chóferes, electricistas, mecánicos, etc. —, REPETIR la proposición de la gran asamblea general para forzarlos.
3. Esforzarnos por organizar los comités de huelga para la dirección independiente del movimiento.
4. Elaborar y popularizar pliegos de reivindicaciones propias.
Esta jornada fue decisiva entre Gaitán, los amarillos y los patronos —que querían “calmar” la situación, transando la huelga del ferrocarril e impidiendo el estallido general— y las masas y nosotros que queríamos entablar la batalla como medio para forzar el triunfo de los ferroviarios, triunfo que, conquistado en semejantes condiciones, sería una gran victoria para el proletariado antioqueño y de todo el país.
Los agentes liberales colocados en las empresas municipales, así como los patronos y sus lacayos particulares, hicieron todo género de esfuerzos para evitar el desencadenamiento de la huelga general. De un lado amenazaban y del otro hacían promesas tratando de dividir a los obreros. Pero las masas se pasaban por encima de sus jefes y votaban la huelga.
En este día avanzamos mucho, dimos muy serios pasos en firme. Nuestras consignas: “exigid a Gaitán que diga sus charlas secretas con el gobernador y el superintendente”, “abajo las negociaciones a espaldas de las masas”, eran aceptadas. El grito de: “Viva el frente único de todos los obreros en su lucha independiente por sus reivindicaciones de clase”, era coreado. Varios de nuestros camaradas, conocidos por la masa, eran elegidos para las asambleas de directivas sindicales. Nuestra propaganda era defendida por amplios sectores de obreros, y eran aplaudidos nuestros oradores en los sindicatos.
Finalmente, la situación se definió a favor de las masas y de nosotros. El día 4 de junio amaneció la ciudad paralizada. Muy de mañana se concentró una enorme masa de huelguistas en la Plaza de Cisneros, frente a la estación central del ferrocarril. Se desarrolló un ataque a la estación con el fin de tomarla. Los obreros avanzaron resueltamente y derribaron una locomotora que se preparaba a salir con un tren. La acción de las masas se producía simultáneamente en la amplia plaza (cruce de todo el sistema de tráfico urbano), en donde los obreros paran los tranvías que pretendían romper el paro. La lucha era encarnizada. A la cabeza de un vagón del tranvía, manejando el motor, en medio de dos policías armados de fusil, iba un rompehuelgas. Un motorista huelguista reconoció su carro y, arrojándose rápidamente franqueó la puerta, tomó del cogote al rompehuelgas y lo botó a la plaza rodando encima de él. Uno de los policías le tendió el fusil desde el estribo, en acción de dispararle pero, ágil el heroico motorista, echó mano al cañón del fusil e impulsándose en él trepó de nuevo al carro y arrojó con sus brazos al par de guardias armados. La masa rodeó el carro, mientras el motorista cerraba la portezuela, gritando: “Este es mi carro y en él sólo trabajo yo!”.
La lucha por aplastar los intentos patronales para romper la huelga asumió caracteres muy violentos. Pero vagones, automóviles y en general todo aparato de transporte, fueron concentrados en sus cobertizos y garajes con gran rapidez. La masa continuaba su ofensiva contra los rompehuelgas del ferrocarril.
De pronto, desde puntos estratégicos del edificio de la estación, se hizo fuego contra los obreros. Hubo numerosos heridos. La masa no retrocedió. Armada con piedras y escasos revólveres, se desplegó en batalla.
Llegó un regimiento del ejército y ocupó la plaza, la cual fue fortificada y ametralladoras fueron dispuestas en lugares apropiados. La plaza fue conservada por el ejército, durante el curso de la huelga, como un fuerte de guerra.
La masa se encaminó por diferentes calles de la ciudad. No había una organización ni una dirección. En forma espontánea recorrían las calles 4, 5 y 6 manifestaciones simultáneamente. A la cabeza de cada una marchaban las banderas de diferentes sindicatos y grupos de “manzanillos” activistas que lanzaban los gritos de: “Viva la huelga! Viva el sindicato ferroviario! Viva el doctor Gaitán!”.
La masa coreaba también nuestras consignas. Algunos desfiles llevaban al frente una banda de músicos.
El partido abrió ese día una dirección permanente en el centro de la ciudad por la cual desfiló todo nuestro activo a recibir las últimas consignas e instrucciones para el trabajo práctico:
1. La dirección organizó grupos de tres, entre ellos un orador, para poner A LA CABEZA de las manifestaciones que recorrían las calles.
2. Había que explicar que en la huelga predominaba la espontaneidad, que la llamada dirección —compuesta de Gaitán y los amarillos— los estaba traicionando a sus espaldas en las negociaciones secretas.
3. Que era necesario elegir un amplio COMITÉ CENTRAL ÚNICO DE HUELGA ese mismo día; a este fin se daba cita a todos los huelguistas para una plaza pública.
4. Si concentrábamos la masa a cuya cabeza colocaríamos buenas fuerzas que hasta entonces dirigían en forma oculta, y que desde ahí en adelante podríamos batirnos abiertamente por las masas y su dirección.
El plan se cumplía. Se pronunciaron quince discursos de los oradores nuestros con buena acogida expresada en bastantes aplausos.
Después del mediodía fue fijado un decreto draconiano de la gobernación, sobre orden público, el cual se refería exclusivamente a nosotros. Los camaradas encaminaron la masa hacia la gobernación para protestar contra ese decreto y logramos un éxito grande. Un camarada habló ante la gobernación. La masa viraba rápidamente hacia nosotros. Este movimiento de la masa podía conducirla hasta nuestro propio campo pero todavía existían posibilidades de que se deslizara gracias a la habilidad de nuestros adversarios: habíamos previsto todo para consolidar las posiciones alcanzadas. Nos llegaba un momento decisivo.
Hay que hacer constar en este momento que nuestro orador —sobreestimando la radicalización de la masa, o simplemente por un acto de torpeza— INVITO, ACTO SEGUIDO, A LA ELECCIÓN DEL COMITÉ CENTRAL DE HUELGA pero no a la plaza sino al local del sindicato ferroviario. La masa nos siguió con gran entusiasmo.
Pero, ¿qué significaba ir en tales condiciones al sindicato monopolizado por los líderes amarillos? Significaba llevarles las masas que se alejaban de ellos, devolverles las masas en momentos en que éstas se les escapaban. Significaba que allí, en el local del sindicato ferroviario, no nos dejarían actuar a nosotros. En fin, el local no podía contener una QUINTA PARTE DE LA MASA REUNIDA.
Este error produjo consecuencias desastrosas. Cuando la masa comenzaba a llegar frente al local, ya un líder amarillo hablaba desde la tribuna y le informaba que el doctor Gaitán esperaba en los balcones del Hotel Europa para comunicar muy importantes noticias sobre la huelga. Nuestros camaradas gritaron enseguida que aquello era una maniobra para desperdigar la masa. Sin embargo, una gran parte de la gente volteó hacia el Hotel Europa. Un orador nuestro logró ganar la tribuna y comenzó a hablar, pero siendo ya débil la masa, la fuerza armada anunció con el toque de la corneta su inmediata disolución, lo cual fue seguido de disparos de fusil que causaron algunos heridos.
Desde este momento fue tan violenta la represión contra el partido comunista, que era difícil utilizar la tribuna. Numerosos actos de provocación tuvieron lugar contra nosotros: rotura de vitrinas, ataques a puertas de almacenes y oficinas, etc.
A pesar de todo, la jornada del 4 fue muy elevada. Al mediodía nuestros camaradas encaminaron los desfiles a detener las fábricas textiles lo que consiguieron con todo éxito. En general, fueron parados todos los trabajos de construcción, todos los talleres de la ciudad e inclusive se pararon los obreros del cementerio ocupados en construir bóvedas y abrir sepulturas. Las escuelas y colegios cerraron así como el comercio y las oficinas de servicio.
La leche y el agua se servían gracias a una concesión de los huelguistas. Los carros de la leche llevaban la bandera de la Cruz Roja.
Solamente la prensa funcionó libremente hasta el día 5. El 6 le quitaron la energía eléctrica que movía sus máquinas y se vio forzada al paro. Los periódicos liberales —sobre todo los de “izquierda”, como “El Diario” que se hizo vocero de Gaitán— se ganaron a los obreros huelguistas con una muy alta y hábil demagogia “obrerista”. “El Diario” estaba escrito por renegados del comunismo como el ladrón y desvergonzado Diego Mejía.
En nuestro campo comenzó la jornada del día 5 de junio muy floja. Los activistas revolucionarios “encontrábanse cansados”. Hubo lluvias en la mañana que impidieron la concentración de la gente. Fueron precisos grandes esfuerzos para conectar el trabajo, para continuarlo, para levantarlo. Es un defecto grave y muy generalizado en los comunistas de Antioquia (y probablemente de toda Colombia): la falta de persistencia, no comprender la continuidad del trabajo. Con frecuencia pierden a la masa que viene hacia nosotros porque creen que ya ha terminado su trabajo. El 5 de junio daba la impresión de una campaña terminada. Logramos, no obstante, reanimar el trabajo, empatar la ruptura entre las labores efectuada el día anterior y los trabajos, que era necesario adelantar este día. El activo se concentró y reanudamos la lucha por la conquista de la masa Tuvimos que cambiar de local porque, a pesar de las precauciones, existían indicios de que el espionaje policial había localizado nuestra dirección.
En este día 5 e señalaron tareas más audaces:
1. Reagrupar nuestra gente en equipos de cinco y luchar, en conexión con la masa, por imponer nuestros oradores.
2. Proceder a la organización de los piquetes de huelga.
3. Levantar la combatividad del movimiento organizado una gran marcha de toda la masa para detener el tren rompehuelga que continuaba funcionando bajo custodia militar y con ametralladoras emplazadas en la locomotora. (Esto era factible con un asalto combinado que consistía en derribar la locomotora por medios técnicos en un lugar cercano a Medellín al tiempo que la masa caía sobre la pequeña fuerza que allí quedaría aislada).
4. Ponernos a la cabeza de las masas con audacia, con mucho coraje.
La más seria dificultad inmediata radicaba en que a la cabeza de las manifestaciones se encontraban PERMANENTEMENTE grupos de “manzanillos” activistas capitaneados por elementos amarillos, por “uniristas” y empleados civiles y militares pequeños, gentes “amigas” de la huelga que “ayudaban” a los huelguistas a conservar moderación y serenidad, dando a las manifestaciones un carácter de paseo cívico, de jolgorio patriótico-musical. Estas manifestaciones tuvieron lugar durante todo el día 4 y el 5 continuaban después del mediodía. Los grupos de manzanillos no “organizaban” ni “dirigían” pero estaban siempre con la masa, obedecían a la espontaneidad de la masa, se identificaban con ella, claro que a cambio de seguir su política de IMPEDIR QUE LA MASA CAYERA BAJO LA INFLUENCIA DE LOS COMUNISTAS.
En este día 5 de junio imprimimos más fuerza al trabajo entre las mujeres. Comprobamos el día anterior que las obreras textiles y, en general, las mujeres trabajadoras —MAS ALEJADAS DE LA INFLUENCIA AMARILLA Y DEMAGÓGICA LIBERAL— habían virado más rápidamente hacia nuestra línea de conducta adoptando la consigna de lucha proletaria independiente y aceptando la táctica del frente único de clase. Organizamos grupos de mujeres y fueron ellas las primeras en tomar las banderas a la cabeza de las manifestaciones, y las más activas en propagar nuestras consignas. Se podía decir que contábamos con un nuevo activo. La actitud resuelta de las mujeres animó todo el frente de trabajo. La consigna especial lanzada por la tarde de organizar rápidamente las cocinas populares para suministrar alimento a los huelguistas y sus familias fue recibida con aclamaciones. Constituía un eslabón para ganar la masa. Se planeé enseguida la organización de comisiones para colectar dinero y víveres. Se dirigió la acción hacia los barrios obreros con el objeto de reclutar masas de mujeres de obreros que ayudaran a realizar esta tarea.
La masa, presionada por nuestro activo, se dirigió al caer la noche a exigirle a Gaitán que revelara las negociaciones secretas que proseguía con el gobernador y el superintendente del ferrocarril, con estos gritos:
“Abajo las negociaciones secretas a espaldas de la masa”.
La manifestación se estacionó frente a la gobernación porque se creía que allí se encontraba Gaitán. Este no salía ni tampoco el gobernador. Nuestro orador —preparado para el caso— ocupó una tribuna improvisada pero no se le permitía hablar. Los provocadores manzanillos comenzaron a gritar: “No queremos comunistas”, “no queremos política”. El orador fue bajado de la tribuna y vuelto a ella por la presión de la masa. En este instante intervino la fuerza militar. Un teniente del ejército increpó al orador en nombre de la “ley”, le refregó el decreto draconiano expedido el día anterior por el gobierno y arengó a la muchedumbre amenazando con disolverla a balazos. Entre tanto se trababa una lucha entre los activistas manzanillos y nuestros camaradas. El orador fue derribado y la masa pedía a gritos un nuevo orador. Los camaradas intentaron apoderarse de nuevo de la tribuna pero no fueron suficientemente rápidos en concentrar sus fuerzas y organizar la autodefensa. Estos momentos de vacilación alentaron al adversario y les dieron agresividad a los militares. La masa no vio en ese momento la audacia y rapidez que eran necesarias en los comunistas y se disolvió.
Desde el día 4 el partido había elaborado un programa de acción que contenía en primer lugar, la reivindicación más sentida de los huelguistas:
“POR LA GARANTÍA DE NO SER DESPEDIDO NI UN SOLO OBRERO A CAUSA DE LA HUELGA”; por la satisfacción del pliego de los ferroviarios; por la aplicación de la jornada de ocho horas para todos los obreros; por que los cien mil pesos que votó el Municipio para la “defensa nacional” se destinasen a la ayuda inmediata de los desocupados; por el aumento de los salarios de los soldados a $12.00 libres de ración; por mejor alimentación y mejor trato de los superiores militares; por el salario de las mujeres y los jóvenes igual al de los obreros adultos; por la aplicación de la jornada de ocho horas a la policía y el pago de las horas extras. Este programa fue difundido en hojas volantes por el partido.
Mientras existía una masa de huelguistas de más de 10.000; de 2 a 3.000 desocupados; de gran número de empleados; de sectores del estudiantado universitario que declaraban la huelga; de varios miles de población laboriosa huelguista; a tiempo que estallaba la huelga en el ferrocarril de Caldas, y que una serie de conflictos maduraban rápidamente, el Partido Comunista, los partidarios de la Internacional Sindical Roja y en general los elementos revolucionarios influenciados por nosotros, CONTINUABAN SIENDO MUY DÉBILES en número, en organización y, sobre todo, ideológica y políticamente.
El trabajo práctico continuaba por debajo de nuestras consignas; las tareas se quedaban en la mitad del camino; el paso de una situación a otra no encontraba realizado el trabajo que correspondía al período anterior. Marchábamos a un ritmo deplorable de atraso en comparación a la violencia con que se desarrollaban los acontecimientos. Repetidas veces habíamos tenido la masa cerca de nosotros, pero nuestros camaradas no comprendían el proceso: o se quedaban atrás, o se iban demasiado “adelante”. El problema de ligarse a la masa, de levantar el trabajo en su seno, de seguir el proceso de radicalización consolidando las fuerzas, no era comprendido en la realidad. La jornada del día 6 nos demuestra esto.
La huelga se desarrollaba en un período de lluvia que entorpecía considerablemente el trabajo. Residían los activistas del partido en barrios apartados que requerían largas marchas a pie para llegar al centro de la ciudad. Por esta razón se desorganizaba el trabajo. Desde el principio de la huelga se planteó la tarea de militarizar a nuestro partido en la batalla, pero ésta no era solo un problema de “decretos disciplinarios”: carecíamos de alimento, de locales, de medios, en fin, para concentrar el ejército.
La jornada del día 6 empezó en forma violenta: entre 8 y 9 de la mañana, la masa de obreros se concentraba hacia las cercanías del local del Sindicato de ferroviarios. Tomando sus banderas se dirigió por el “Pasaje Sucre”, lugar en donde existen grandes depósitos de víveres. Allí había un destacamento del ejército que pretendió impedir el paso de los huelguistas pretextando que se trataba de realizar un ataque a la guardia y a los almacenes, sin que en realidad existiese en ese momento semejante propósito. Los obreros querían dominar las calles. Fuerza armada había por todas partes, camiones erizados de rifles y ametralladoras. Puntos estratégicos tomados militarmente, pero a pesar de ello LA CIUDAD ERA DE LOS HUELGUISTAS.
No obstante, se produjo el choque. El ejército arrebató unas banderas, los huelguistas las recobraron y entonces, repentinamente, una descarga derribó tres obreros. Uno de ellos, ya para morir, disparó su revólver y tumbó un soldado. El ejército fue reforzado. Los obreros se desplegaron; hubo un gran desconcierto de momento, pero la masa reaccionó inmediatamente. Los amarillos “ayudaban” a gritar contra los “asesinos” a tiempo que aconsejaban a los obreros retroceder pacíficamente porque la “gobernación los castigaría”.
El gobernador, demagógicamente, destituyó el día 5 a 20 guardias que dispararon contra la masa el día 4 en la Estación Central.
Las autoridades se apresuraron a esconder los cadáveres ante la indignación de la masa que crecía momento por momento. El partido lanzó la consigna de apoderarse de los cadáveres y desfilar con ellos por las calles encendiendo la cólera de los huelguistas. Esta consigna fue aclamada por la masa que, capitaneada por nuestros activistas, rescató de la Policlínica Municipal dos cadáveres. El tercero había desaparecido.
Los cadáveres fueron entregados en un vehículo especial manejado y controlado por la policía. La enorme masa recorría las calles protestando contra la represión y el terror, y los camiones erizados de fusiles y ametralladoras cedían calle franca a los huelguistas indignados.
Por último, se organizó una marcha al anfiteatro donde los cadáveres debían permanecer bajo la custodia de las masas hasta la tarde en que se trasladarían a cámara ardiente en los salones de los sindicatos. La marcha fue imponente. Los huelguistas ofrecían entrada a los piquetes de huelga y las consignas contra Gaitán y los amarillos eran ya del dominio de la masa. Debido a esto hubo camaradas que perdieron la cabeza, imaginándose que nuestra influencia estaba consolidada, y se dieron a cantar la Internacional y otros himnos revolucionarios. La policía apresuró el vehículo y mientras una parte del desfile podía seguirlo, otra parte se dividía en diferentes bloques. Los manzanillos utilizaron este para dirigir sus baterías contra nosotros. Los cantores quedaron en un grupo, y la masa, a pesar de mirarnos con buenos ojos, no se atrevía a colocarse abiertamente bajo la bandera de los comunistas.
Quizá nuestras canciones hubieren sido iniciativa de los mismos huelguistas después de que nos hubiéramos ligado fuertemente a la masa. Este importante problema de ganar la masa y no dejarla desbandar al primer grito del adversario, el problema no solamente de nuestra táctica sino de nuestro tacto, ligado a los métodos y formas del trabajo menudo, necesita ser planteado seriamente ante cada organismo del partido y ante cada comunista.
DE LA HUELGA EL 7 DE JUNIO
La masa se encontraba penetrada de nuestra propaganda y el nivel político de la huelga se desarrollaba y tomaba mejores expresiones revolucionarias. Los amarillos y Gaitán se hallaban en descenso en la opinión popular. Casi no había ya un obrero que no empezara a comprender el juego del “arbitraje”, que no percibiera el contenido de las charlas patronales que les daba Gaitán en sus discursos. Esto era comprendido aun por los adversarios de todos los campos. El “gran general Berrío” decía: “si esto sigue así, dentro de tres días no queda nada”. El gobernador que es el Primer Designado a la presidencia escribió su renuncia y la entregó a los periodistas para forzar al “gobierno nacional” a declarar el “estado de guerra” en Antioquia. Se constituyó una Junta de Notables para exigir la liquidación de la huelga por los procedimientos aplicados el 6 de diciembre de 1928 en la Zona Bananera. El comando militar concentró todos los cuerpos armados. En estas condiciones se estableció un nuevo compromiso entre las camarillas político-patronales y PUDO LA GOBERNACIÓN AVISAR POR CARTELONES que ese día «quedaría solucionada la huelga satisfactoriamente”.
El gran aparato militar, este cartel y una nueva interrupción en nuestro trabajo —ocasionada por el corte que nos habían hecho con la masa— creó algunas nuevas ilusiones. Ahora, como lo decían los periódicos, es el gobierno nacional el que solucionará el conflicto.
Efectivamente, esa noche, mientras llovía y los obreros se reposaban en las fatigas, el bloque de los patronos, ayudado por los “abogados de las partes” y los lacayos amarillos, bajo el “pabellón de la patria”, representado por el gobernador, SE DECLARO EL ESTADO DE SITIO y se izó la bandera del jefe civil y militar de Antioquia. Este jefe omnipotente suprimió la Junta Directiva del ferrocarril y, tomando por sí y ante sí la empresa, nombró un gerente marioneta, el cual acto seguido, firmó un “acuerdo” con los huelguistas por medio de los “representantes” de éstos, los líderes amarillos y Jorge Eliécer Gaitán.
¿En qué consiste ese “acuerdo”? Ya el partido comunista lo analizó. Es el mismo del 28 de mayo, con algunas frases y promesas demagógicas. Estas promesas eran sobre todo ambiguas en lo que se referían a tranquilizar a los obreros sobre el peligro de ser despedidos. En resumen, el aumento del 10 al 40 por 100 sobre los salarios. Los trabajadores que con este aumento quedaran con un salario inferior a $ 0.80 serían aumentados a esta suma, es decir, no habrá jornales inferiores a ochenta centavos. Contiene la promesa de cumplir “todas las leyes obreras”. Esto es todo. Sin embargo, los líderes amarillos, el charlatán Gaitán y los jefes de las legiones “manzanillas” están muy contentos porque el “gran gobierno liberal” tumbó a la junta que tenía mayoría conservadora.
El 7 de junio amaneció la ciudad bajo el sable de los militares. Los obreros que habían declarado la huelga de solidaridad volvieron al trabajo porque la huelga había terminado. Los ferroviarios enterraron los muertos con el permiso del jefe civil y militar, y temerosos y un poco desconfiados, regresaron a la línea del ferrocarril.
La enorme importancia política de la gran huelga del ferrocarril de Antioquia consiste en que ella ha tenido lugar en momentos de una extraordinaria agudización de la crisis económica del país. Cuando la inflación de la moneda equivale al refuerzo de la ofensiva patronal contra los salarios. Radica su importancia en que, surgiendo de un cuadro de hambre y de miseria, y rompiendo las ilusiones que lustran sus cadenas de esclavo, el proletariado antioqueño se sublevó contra la explotación, enarboló en las calles sus banderas y se tomó la ciudad de Medellín durante cuatro días.
La gran huelga general significa una derrota a las corrientes social-reformistas, legalistas y conciliadoras que se esforzaban por frenarla.
Significa el triunfo de la acción directa de las masas en su lucha independiente; el triunfo de la solidaridad proletaria que, por encima de su propia sangre, paralizó las actividades de la región e impuso sus reivindicaciones fundamentales.
La huelga del ferrocarril de Antioquia significa la iniciación de grandes batallas proletarias en la región.
Al mismo tiempo, la huelga nos ha mostrado una serie de grandes deficiencias que debemos remediar rápidamente:
1. Falta de contacto con la masa, es decir, ausencia de toda organización. Esto explica por qué el partido no sintió fermentar el movimiento, porque no vio la trayectoria de su desarrollo.
El partido del proletariado no puede permitir que continúe un pequeño grupo de líderes amarillos domesticados por la empresa y cuatro demagogos charlatanes liberal-uniristas y conservadores como los “ÚNICOS DIRIGENTES” de los trabajadores del ferrocarril. Hay que levantar en esta empresa la bandera de la lucha de clases. Hay que luchar ideológicamente por la independencia del proletariado como clase de toda influencia patronal y del Estado. Hay que crear el Partido Comunista en la empresa y arraigarlo entre las masas. Precisa organizar la Oposición Sindical Revolucionaria dentro del Sindicato y frente a la directiva reformista y traidora. Es necesario organizar los círculos de corresponsales y propagandistas de la prensa revolucionaria.
2. Al finalizar la huelga, el partido ha llamado a continuar la huelga: contra los despidos, por la aplicación de la jornada de ocho horas y por nuevos aumentos de salarios. Pero el partido tiene que ligar estos reclamos con reivindicaciones pequeñas que rodean al obrero en el lugar de su trabajo, en su vida.
El partido tiene que aprender igualmente a encauzar mejor las luchas inmediatas con las consignas fundamentales de la revolución. Debe aprender a “sacar la cara del Partido” en los momentos oportunos y plantear el problema de la toma del poder, a luchar contra la represión y el peligro de guerra.
En el curso de la huelga, el partido fue débil para luchar contra el peligro del “estado de sitio”, como ha sido débil al decretarse tal estado y prolongarse todavía.
3. El partido tiene que aprender a reaccionar con más rapidez, a orientarse con más prontitud en las situaciones difíciles.
Cuando se decretó el “estado de sitio”, el partido lanzó su grito de guerra: “ABAJO EL ESTADO DE SITIO”. Pero en la práctica no hizo todo lo que estaba a su alcance realizar. Prácticamente, desde el día en que estalló la huelga general, existía un estado de sitio en Medellín y en la zona del ferrocarril: ocupación militar, el decreto draconiano del gobernador y el abaleo frecuente. Cuando el “estado de sitio” se hizo “legal” no se había agotado la combatividad de la masa; por el contrario ésta había subido a tal grado que las camarillas político-patronales se ponían de “acuerdo”, en su campo, presionadas por el miedo a las masas, para CEDER A ESTAS SUS REIVINDICACIONES PRINCIPALES.
¿Para qué, entonces, legalizar el “estado de sitio”?
Para ampliar y reforzar el terror, para crear las condiciones propicias a la represión intensificada contra los obreros cuando éstos levantaran barricadas, para atemorizar a las masas de las regiones vecinas que se incorporaban a la lucha (obreros de la región minera de Segovia) y, de paso, para sustituir una Junta Directiva de la empresa —de mayoría conservadora— por un gerente marioneta de la gobernación liberal que tomó, gracias al estado de sitio, el comando del ferrocarril.
El Partido Comunista continuó trabajando, preparando la huelga del matadero público, participando en la huelga parcial de estudiantes, movilizando sectores de obreros descontentos, celebrando asambleas y concentrando grupos de activistas en los lugares de las próximas batallas.
Pero el partido no estaba en capacidad de editar su propia propaganda. Ante la negativa de todas las tipografías, no supo moverse a provincia en busca de tipografías clandestinas e, inclusive, no supo aprovechar ediciones mimeografiadas para las cuales sí disponía de elementos. Existía la tendencia en el partido a sentirse abrumados, a menospreciar la posibilidad de utilización de la situación, en fin, había una incapacidad completa para logar el trabajo ilegal con la acción —o su intento— legal.
4. Los serios progresos realizados por la táctica del FRENTE ÚNICO combativo entre las masas, se acompañaban de una incapacidad práctica para organizar y dirigir: había falta de confianza, falta de audacia, y algo que es muy “tradicional” y contra lo cual hay que combatir con toda energía: las tendencias del apoliticismo sindicalero y la incomprensión de la lucha contra los reformistas amarillos. En este terreno se incurren en graves desviaciones: o se les “desenmascara” con insultos torpes (brotes “izquierdistas”), o no se hace nada contra ellos durante la lucha “para no espantar a los obreros” que siguen nuestra línea y nuestras consignas sin desligarse todavía de sus antiguos jefes. La línea del partido fue correcta:
desenmascarar a esa gente en el curso de la lucha sobre hechos rigurosamente concretos, sin vacilaciones de ningún género. Pero esta línea justa no se encuentra aún encarnada en la vida de nuestra práctica revolucionaria en Antioquia.
Y, finalmente, es necesario no dar cuartel a nuestros errores y deficiencias elementales en el trabajo práctico: ausencia de plan, espontaneidad, intermitencia y objetivos desperdigados, ausencia de tenacidad y continuidad, temor a la acción frente a las tareas difíciles —lo que conduce a la línea social-demócrata del “menor esfuerzo”.
La continuidad del trabajo, en su conjunto, impedirá que perdamos las perspectivas de la revolución, de su trayectoria y de sus objetivos.
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Este grandioso movimiento puso en tensión a todo el país.
El Partido Comunista, que ha llamado inmediatamente a continuar la lucha, a preparar los nuevos combates, a defender las pequeñas ventajas materiales obtenidas mediante la lucha y a levantar la consigna contra todo despido revanchista, ha caracterizado la gran batalla proletaria como un triunfo político de la clase obrera.
Mostró la clase obrera en el curso de la huelga no solamente su enorme voluntad de lucha y su acelerado proceso de radicalización, sino también los adelantos del FRENTE ÚNICO de lucha de clase del proletariado, y su alejamiento de los partidos político-patronales a través de los combates huelguísticos que forjan su conciencia de clase y le permiten asimilar nuestra propaganda y seguir nuestras consignas, preparándolo para las batalla decisivas.
El Partido Comunista estima también como un triunfo material considerable el aumento de los salarios, aunque sea limitado y, por lo tanto, parcial. El valor principal de esta ventaja material radica en que ella fue lograda por la fuerza proletaria, por su lucha solidaria.
Desempeñará asimismo importante papel este combate en la implantación efectiva de la jornada de ocho horas. Porque así como esas leyes y ordenanzas han sido expedidas bajo la presión de las masas que se rebelan por medio de mítines, manifestaciones y huelgas en todo el país para imponer la limitación de ocho horas a la jornada de trabajo, SOLO LA ACCIÓN DE LAS MASAS VIGILANTE Y CONTINUA LOGRARA QUE LOS PATRONOS NO LA BURLEN.
Los comunistas de Antioquia, y en general de todo el país, tienen la obligación de estudiar detenidamente las fecundas experiencias suministradas por la huelga del Ferrocarril de Antioquia y la solidaridad de la clase obrera.
IGNACIO TORRES GIRALDO
Medellín, junio de 1934.